Durante una semana estuve junto a mis compañeros, tres profesores y un sacerdote (José Luis) viviendo
en la Casa de la Misericordia, localizada en Alcuéscar (Cáceres), donde se nos
trato muy bien, y he de decir que ha sido una experiencia reveladora y
maravillosa. La casa fue fundada por el Padre Leocadio para aquellas personas que padecieran algun tipo de discapacidad y sus familias no pudieran hacerse cargo de ellos o sencillamente los abandonacen, en la actualidad el centro es dirigido por una corden religiosa llamada ''La Hermandad de los pobres y esclavos de María''. Al principio me sentí un poco fuera de lugar, pero enseguida te
adaptas al trabajo de la casa y le coges cariño a los residentes. Los trabajos
que tuve que hacer fueron diversos pero los hice con mucho gusto, desde hacer
camas y tener que fregar los platos a tener que pintar la fachada y muros
interiores. Mis momentos favoritos fueron los que pasaba con los residentes, es
decir, hacerles compañía, llevarlos a tomar café o darles una vuelta por el
parque acopañada de carreras con las sillas de ruedas, ¡incluso los llevamos al mercadillo! Destacaría el amor que hay en ese
centro, el cariño de los Hermanos con los ancianos es sencillamente
inolvidable, y como éstos a su manera se sienten agradecidos y dan más amor del
que reciben, doy fe de ello. He disfrutado cada momento de mi estancia allá y
conmigo me llevo los recuerdos de esas entrañables personas y ver de primera
mano todo el trabajo sincero que realizan los Hermanos y voluntarios sin querer
nada material. Doy gracias por la oportunidad de vivir esta experiencia dado
que personalmente necesitaba algo como eso y me ha enriquecido interiormente. Recomiendo
que sin tienen tiempo vayan allá, vale la pena; yo sin duda volveré.
Por: Ana Siles